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lunes, 24 de febrero de 2025

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29 de mayo 2022 - 5:00hs

La noticia corrió como un viento de casa en casa y alborotó la mañana del viernes 13 de mayo en Retamosa, un paraje rural ubicado al norte del departamento de Lavalleja, cerca de la frontera con Treinta y Tres. “¿Es cierto que van a demoler la capilla para ampliar la ruta?”, le preguntó un paisano a Gerardo González, un historiador nacido en una de las familias fundacionales de Retamosa a quien todos conocen por su apodo, Pachacho. De inmediato Pachacho manejó al sitio, estacionó frente a la capilla y se indignó al ver los mojones blancos clavados en el pasto con la sigla del Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP). “Pero si esto es todo campo. ¿No pueden desviar la ruta y preservar el patrimonio rural? Aquí hubo bautismo y casamientos. Esta capilla fue testigo y protagonista de nuestra historia desde hace siete décadas. ¿A nadie le importa?”, se preguntó Pachacho cuando El Observador lo acompañó de recorrida por las casas desperdigadas entre las sierras. 

Retamosa ha sido tradicionalmente una zona ganadera que en las últimas décadas ha visto un firme avance de la forestación. Las viviendas más antiguas que se observan desde la ruta son de mediados del siglo xix, pero se tienen noticias del paraje desde el comienzo de la revolución artiguista. El paraje vivió sus años de gloria luego de que se inaugurara la línea de ferrocarril que unía Retamosa con Nico Pérez en 1910. Aquello era un hervidero de gente que llegaba y partía; Montevideo quedaba a apenas cuatro horas. Hoy, la estación de trenes de Retamosa luce abandonada y enjambres de abejas crecen entre sus tiranterías de madera. 

La gente se alegró cuando supo que habría un nuevo diseño y una ampliación de la ruta 14. En enero de este año, el ministro de Transporte, José Luis Falero, firmó un contrato con un consorcio integrado por empresas chinas, españolas y uruguayas por US$ 332 millones para generar obras en las rutas 14 y 15. Desde entonces comenzaron a llegar a Retamosa ingenieros que trabajan en el diseño de la carretera transversal que unirá Sarandí del Yi (Durazno) y Lascano (Rocha). Pero la alegría  por la llegada del progreso se transformó en indignación por la demolición del patrimonio rural cuando aparecieron las estacas que indicaban lo que expropiaría el Estado. 

Más noticias

Los vecinos de Retamosa se levantaron en armas en defensa de su patrimonio. Del presidente de la República para abajo, le hicieron sonar el teléfono a medio gobierno. Mandaron mensajes de texto, llamaron a la Comisión de Patrimonio del departamento de Lavalleja y comenzaron a juntar firmas en la web change.org. Llevaban 2.045 firmas el jueves 26. “Entendemos que el nuevo trazado de dicha ruta implica la demolición de la capilla Cristo Rey del paraje. La misma fue construida gracias a las donaciones de los vecinos, tanto el terreno como los materiales, por lo que significa un legado cultural histórico y afectivo para las familias del medio”, publicaron los vecinos.    

Vieja pulpería

La escuela 95 de Retamosa funciona en lo que antes era la vieja pulpería Viera. Tiene la estructura típica de pulpería de campaña, con la enorme reja que de gruesos barrotes y los bancos de madera donde se sentaban los parroquianos. Hoy en día, la escuela tiene un número de alumnos mayor a los últimos años, lo que ha despertado alegría en la zona. Hay diez alumnos: nueve uruguayos y una niña colombiana. 

La capilla Cristo Rey comenzó a construirse en 1952. Un albañil del cercano pueblo José Pedro Varela, apodado el Tito Sierra, llegó a Retamosa junto con sus hijos Oriol y Felipe para encargarse de la tarea. Hombres y gurisitos del pueblo sumaron sus brazos y cuatro años más tarde la gente de la zona se reunió a festejar la inauguración. 

Es una típica construcción española de campaña con cruz y campanario, aunque adquiere una identidad propia al menos por dos razones. Es más grande que la mayoría de las capillas rurales que se observan por la campaña oriental y contiene una placa de mármol que oficia de bienvenida con una dedicatoria muy especial: “Homenaje de la campaña uruguaya a Mons. Don Jacinto Vera, nuestro gran obispo”. 

Nunca hubo un cura en Retamosa, pero durante sus años dorados la capilla recibía al sacerdote del pueblo José Pedro Varela. Los vecinos de Retamosa se quejan y dicen que el cura de Varela rara vez aparece por el paraje. En otros tiempos, luego de la misa, los habitantes del paraje compartían un té y charlaban. La capilla cumplía una función social importante. Aunque ya no hay misa, la edificación se encuentra en perfecto estado de conservación gracias al esfuerzo de los vecinos. Parece que estuviera pronta para la misa. 

El martes 24 de mayo, a la mañana, los paisanos escucharon en la radio de Nico Pérez que el gobierno había resuelto dar marcha atrás con la demolición de la capilla. Pero Pachacho recién bajó la guardia cuando habló por teléfono con el director nacional de Vialidad del MTOP, Hernán Ciganda, quien le dio la buena nueva. 

El caso había llegado a manos del ministro Falero, quien, enterado de los reclamos de los vecinos, buscó alternativas junto con su equipo y apareció la solución. Ciganda dijo a El Observador que se expropiará menos metraje del planificado para evitar la demolición de la parroquia. A la vez, será modificado el ingreso a la capilla, que se hará por uno de los laterales. “Nos ha llamado una troja de gente, pero le hemos explicado a los vecinos que no habrá problemas en no destruir la capilla”, dijo. La ruta se trazará tal cual fue planificada, aunque unos metros menos de expropiación y el traslado de un alambrado permitirá que la capilla Cristo Rey continúe en pie homenajeando, en nombre de la campaña uruguaya, a Jacinto Vera.

Cementerios rurales, un tesoro a preservar 

Otra construcción ancestral de Retamosa que verá pasar la ruta cerca es el cementerio del paraje, al que llaman Bedoya. Se trata de un típico cementerio rural cristiano del siglo XIX la campaña de la Banda Oriental. Entre sus pastizales aparecen las tumbas y los panteones con puerta de chapa, algunos de enorme tamaño. Hay cruces y placas de mármol, como la que sus hijos y nietos dedicaron a Mercedes García de Roque cuando falleció en 1969.
Existe en Uruguay un equipo de trabajo interesado en valorar la historia de los cementerios y panteones rurales que encontramos en montes solitarios, al costado de la ruta o en pequeñas poblaciones. El coordinador de la Red Uruguaya de Cementerios y Sitios Patrimoniales, el arquitecto Eduardo Montemuiño, explicó a El Observador por qué son tan importantes esos sitios de la memoria: “Son testimonio del proceso de ocupación humana de nuestros campos, de poblaciones o empresas ya inexistentes. Muchos son pequeños y reflejan la vida en una estancia como de familias enteras completas de varias generaciones en dos siglos en una región o bien testimonio de una batalla y una cruz que marca lo que allí pasó”, explicó y mencionó algunos de los más renombrados: “El de Batlle y Ordóñez en Lavalleja, el de Conchillas, Colonia, el de Pablo Páez o en Paso Centurión en Cerro Largo, en el panteón  de los Meléndez o el cementerio de Santa Clara de Treinta y Tres a Farruco o San Jorge en Durazno, son algunos ejemplos”, dijo. Algunos montes abandonados cobijan entre su simbología motivos religiosos traídos en largos viajes desde Italia. “Son piezas de la memoria y de la historia que deben estar protegidos y  como parte del rico patrimonio rural de todos los uruguayos”, dijo el coordinador de la red de profesionales que trabaja en el asunto de los panteones rurales desde 2009.
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1911: llegó el ferrocarril!!!!





El largo camino del tren a Treinta y Tres y los festejos en su inauguración




                                                      Como es reiterativo en la historia nacional de la que por supuesto Treinta y Tres no es ajeno, entre fines del siglo XIX y  los comienzos del XX, a pesar de las guerras civiles y revoluciones que enfrentaban vecinos, hermanos y parientes en luchas a muerte y sin cuartel, en épocas de paz las rencillas y diferencias políticas y partidarias quedaban relegadas a un segundo plano, y blancos y colorados mancomunadamente impulsaban y participaban en emprendimientos de progreso y mejoras para la localidad y el departamento.
                                                   Claro ejemplo de ello son, sin dudas, algunos de los logros de esa época, entre los que podemos destacar desde la propia creación del departamento, la concreción de obras edilicias de importancia y destaque, como la actual Jefatura de Policía, o la sede municipal, la creación de la biblioteca pública de la época, la constitución del Club Centro Progreso, las primeras exposición de la Fomento, el proyecto y concreción del hoy “Puente Viejo” sobre el Olimar, y otros tantos emprendimientos de fuste, logrados con la influencia y participación de gente de ambos partidos “cinchando parejo” en pos del progreso del departamento.

                                                    A fines de 1908, apenas se acallaban en nuestro medio los grandes festejos llevados a cabo en oportunidad de la inauguración del Puente sumergible sobre el Olimar, que constituyó sin dudas en una de las fiestas populares más grandes que había conocido la zona hasta entonces, cuando otra noticia golpea fuertemente la esperanza de un futuro prometedor: el comienzo de las obras de extensión de la vía férrea desde Nico Pérez a Treinta y Tres constituyó sin dudas una nueva inyección de optimismo respecto al convencimiento de la época que nuestra ciudad estaba llamada a ser una urbe de destaque en la zona.
                                                      Recordemos que hasta hacía poco tiempo, absolutamente todos los materiales y mercancías que llegaban a la novel ciudad, lo hacían tras un largo y penoso viaje en carretas, al principio de muchos días de duración desde la capital del país, y desde la llegada del tren a Nico Pérez, con un viaje que se había acortado a poco menos de un par de semanas en épocas de buen tiempo. Para los viajes personales, pasaba algo similar: las diligencias y su lento avance hacían “sufrir” un largo viaje de medio día desde esa localidad hasta la nuestra, por lo cual sin dudas la llegada del tren, con la posibilidad real de obtener mejores precios y más rapidez en los fletes, y  una muchísima mejor comodidad en los viajes, era una noticia que revolucionaba a la villa.

                                                     A tal punto las expectativas eran de urgencia pública, que cuando la construcción de la vía estaba a mitad de camino aproximadamente, en estación Retamosa, gestiones de las autoridades locales procuraron y consiguieron que la empresa del ferrocarril extendiera hasta ese punto los viajes regulares, acortando  notablemente  aún más los viajes en “tracción a sangre” de carretas y diligencias.
                                                      Pero la obra continuaba su paso firme hacia Treinta y Tres. Cuentan las crónicas de la época, que seguían con interés superlativo las instancias de la construcción de vías y puentes, que llegaron a trabajar unos dos mil obreros al mismo tiempo, haciendo terraplenes nivelados, alambrando, colocando rieles y durmientes, erigiendo estaciones, demarcando pasos a nivel, construyendo pozos, aljibes, andenes, tanques, galpones y desvíos y mucho más.
                                                        No he podido encontrar registros escritos en diarios de la época – que los debe haber con seguridad-, referente a la fecha exacta que llegó la vía y tras ella los primeros trenes con materiales de construcción y personal, a la margen derecha del Olimar, aunque es de suponer que haya llegado a fines de 1909 o principios del 10. Ante el imponente escollo a superar que significaba el Olimar, se instaló una estación de trabajo en lo que hoy es Villa Sara, en el punto marcado como el kilómetro 330 de la vía, y que se constituyó en punto terminal de la línea por algún tiempo, mientras duró la construcción del puente sobre el río. A este respecto, cabe destacar, que se construyó un primer puente sobre el Olimar que el río se llevó, ya que los proyectistas al parecer habían menospreciado el pequeño cauce sin conocer que se convertía en furioso torrente en las grandes crecientes. Esto lo he podido confirmar, ya que está publicado en la prensa de la época, donde inclusive hay una fotografía publicada de ese puente, la que se conserva en muy mal estado, como se puede apreciar en la imagen de ella que acompañamos estas líneas. De la vieja estación del Km 330 apenas quedan rastros hoy: una fila de ladrillos a la orilla de la vía en lo que fue el andén y un solitario aljibe que cual mojón marca el lugar exacto.

                                                       En los primeros días de octubre de 1911, la inminencia de la inauguración oficial del la línea acaparaba las noticias del pueblo, planificándose actividades y festejos para tan magna ocasión, a pesar que en los mismos periódicos se anunciaba que “desde el 1º de los corrientes quedó librado al servicio público el ferrocarril a Montevideo”, aclarando que “esto que podemos llamar inauguración provisoria dio lugar a que el pueblo demostrara su contento concurriendo una cantidad enorme de gente a presenciar la salida del primer tren”.



Los festejos oficiales de la inauguración del servicio

  
                                                               La inauguración oficial se llevó a cabo con bombos y platillos durante dos días de festejos, a un costo enorme para la época, pagado como era costumbre entonces, mayoritariamente, por suscripción popular, donde las autoridades, comerciantes y estancieros de la época fueron los mayores aportantes.
Foto del público en el Viaje Inaugural con viajeros estudiantiles desde Treinta y Tres hasta "Estación Corrales", conservada en la Sala de Materiales Especiales de la Biblioteca Nacional.

                                                             La crónica de los referidos festejos es extensísima, tal como lo era el programa de actividades previsto, que intentaremos resumir en algunas pocas líneas:
                                                                 El primer día, al llegar el tren a  la mañana, unos “800 alumnos de las escuelas de la “villa”, entonaron el Himno Nacional acompañados por la Banda de Música. Se recibió la Comitiva Oficial que viajaba en él, integrada entre otros por el Ministro de Obras Públicas, Vìctor Sudriers y el Ministro del Interior, Pedro Manini Ríos, el Administrador del Ferrocarril Central (The Central Uruguay Railway Co, Ltd., C.U.R.) y primero el doctor Francisco N. Oliveres en nombre de la comisión organizadora de los festejos presidida por Julio R Gómez y luego el Intendente en nombre del municipio, dieron sendos discursos de bienvenida, que fueron contestador por el Ministro Manini Ríos. En ese acto, además, se distribuyeron cientos de medallas conmemorativas de la ocasión.
                                                            Algunos momentos después de la parte oratoria, la actividad se dividió en dos: los escolares, sus maestros y preceptores y algunos padres, se acomodaron “en los trece o catorce vagones” del recién llegado tren para realizar un viaje de excursión conmemorativo a la estación Corrales (foto) donde fueron recibidos por una multitud expectante y regresaron cerca de las tres y media de la tarde, siendo obsequiados todos con cajitas con bombones.

                                                          Paralelamente, la multitud presente se encaminó “a pie” encabezada por los señores Ministros, el Jefe Político Basilicio Saravia, los diputados Fermín Hontou de nuestro departamento y Martín Suárez de Cerro Largo, el Coronel Etanislao Mendoza jefe del Regimiento Nº 4 de nuestra ciudad y “otras autoridades, jefes y edecanes de los ministros”. Según “El Comercio” del 4 de noviembre de 1911, a su paso “distinguidas damas arrojaban flores”, destacando que con la escolta de la Banda de músicos y cohetes y bombas “aquella columna era inmensa”  no solamente por la multitud que había esperado en la estación el convoy oficial, sino que “en cada esquina se sumaban infinidad de personas y jinetes que luego ocupaban la retaguardia”.  Relata el cronista que al llegar a la Jefatura ya estaban colmados los salones de gente que había decidido esperar allí la comitiva, incluido el Senador Ricardo Areco, “quién había venido en automóvil desde la estación”.  Una vez en el patio de la Jefatura, el Jefe Político Basilicio Saravia dio la bienvenida de los ministros nombrados destacando que era la primera vez que integrantes del Poder Ejecutivo visitaban la capital departamental, y tras palabras de agradecimiento esbozadas por el Ministro Sudriers y por el administrador ferroviario, se realizó un brindis por el éxito del emprendimiento, pasando luego a servirse un lunch para todos los presentes.
                                                           A media tarde ese mismo día, y como parte de los festejos, se llevó a cabo la inauguración de una nueva Exposición Feria organizada por la Sociedad Fomento de la época, para culminar ese primer día con un baile de gala en los salones del Club Centro Progreso “con una concurrencia tan numerosa que no se había visto jamás congregada en nuestra historia social”, graficaba “El Comercio”.
                                                          Al segundo día de celebraciones, uno de los momentos destacados por el periódico citado fue el reparto de carne, pan y alimentos a los pobres que en número de varios centenares fueron convocados frente a la Jefatura, y conjuntamente –además, señalaron-, se obsequiaron muñecas a las niñas y a los niños flautas, espadas, guitarras y trompos, todo ello, raciones y juguetes, costeados por el diputado Hontou, así como ropas de abrigo a los necesitados.

                                                          En horas de la tarde, los Ministros Manini Ríos y Sudriers, acompañados del Jefe Político y otras autoridades viajaron en automóvil hasta la localidad de Vergara asegurando que el objeto del viaje era conocer el estado de los caminos: según el cronista, “se habrán dado cuenta porque los “peludos” fueron muchos y de buen tamaño.
                                                             Como complemento de la jornada de festejos, se realizaron otra serie de actividades en horas de la tarde: un par de partidos de fútbol organizados por el club “Atlético Treinta y Tres” con un cuadro montevideano también arribado en el tren, carreras de caballos en la pista del Olimar (organizadas por Isidoro J. Amorín, Marcelino Torres España, Ramón Menchaca, Carlos Berro Antuña y Taurino Larrosa), la colocación de la “piedra fundamental” del Club Progreso. A la nochecita, se ofreció una velada literaria - musical en esa misma sede, y a continuación actuación de la “Retreta” en la plaza 19 de abril y una sesión de “biógrafo” en la misma plaza, hasta culminar con un previsto “numero de iluminación y fuegos artificiales en la plaza 19 de abril y en Juan Antonio Lavalleja”, que el cronista de referencia no vaciló en calificar de “una verdadera burla al pueblo” concebida por un forastero que no cumplió las expectativas ya que “no se encendieron más que la centésima parte de los faroles y los fuegos artificiales se limitaron a cuatro ruedas”, que constituyeron “la nota discordante a la jerarquía y calidad de los demás números” de los extensos festejos.